EL BUITRÓN
Es la aldea situada más al Sur del término; se encontraba configurada como núcleo habitado a finales del siglo XIV. En 1425 es mencionada ya en el libro de las reglas de la hermandad de San Vicente y en las Ordenanzas municipales en 1534. Su actividad económica giraba en torno a la agricultura y la ganadería, y en esta última el pastoreo parece que tuvo gran importancia en sus orígenes.
Estas actividades motivaron el desarrollo de determinadas industrias artesanales como es el caso del tejido de lanas de las que aún se conservan en la aldea algunos ejemplares.
Desde la Edad Media el culto a la Cruz arraigó profundamente, naciendo de él la festividad de mayor importancia hoy en día en esta población. Parece ser que la fiesta de la Cruz se institucionaliza a partir del siglo XVI y conserva aún muchos rasgos de la forma en que se celebraba primitivamente como son las coplas que se cantan y la puja, que aún se realiza ofertando fanegas. Su ermita es una magnífica construcción del siglo XVII, cuya titular es Santa María de Jesús. Otra festividad aparte de la Cruz es la del Corpus, que por un privilegio papal se celebre en el mes de agosto.
Muy cerca de la aldea se encuentra la mina del Castillo, trabajada desde época prehistórica y explotada también posteriormente por los romanos que extrajeron cobre y plata; más tarde, y en menor escala por los árabes.
Ya a finales del siglo XIX y como hemos tratado en otro capítulo, la mina se reabrió, tomando su mayor auge, entre los años 1815 y 1910. El Buitrón puede vanagloriarse de haber contado con el primer ferrocarril de la provincia y uno de los primeros de España, así como el puente de hierro más antiguo de Huelva.
No quisiéramos terminar sin hacer un breve apunte sobre los famosos "riscos" de El Buitrón. Tradicionalmente han sido considerados por los habitantes de la aldea como vestigios de tiempos prehistóricos, sin embargo la ausencia de restos arqueológicos en las inmediaciones de las piedras, así como la carencia de un trabajo sistemático que pueda arrojar luz sobre ellas nos hacen mantener serias dudas sobre su origen por lo que evitamos pronunciarnos aunque su apariencia y aspecto apuntan a que son afloraciones rocosas de origen natural.
Al margen de ello, en el hecho de que a lo largo de su dilatada historia los habitantes de la aldea los hayan considerado como uno de los símbolos de esta población es donde reside su importancia y valor actual, suficiente como para seguir conservándolos.